Las dos décadas ya cumplidas por la ANECA han llegado de la mano de un premio, cuyo estreno ha supuesto una enorme satisfacción para la UAL. La catedrática Pilar Flores ha recibido un galardón que, según describe la propia Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación, se trata de “un reconocimiento (…) al profesorado de las universidades y otras instituciones de educación superior españolas que haya destacado en sus compromisos académicos al servicio de los intereses generales y de la ciudadanía”. Esa ha sido, junto a Emilio Sanz, de la Universidad de La Laguna, la propia Pilar Flores, propuesta por la Universidad de Almería. Ambos, por tanto, se han alzado con el Premio Hélice ANECA a la Calidad Académica en su primera edición de entre sesenta candidaturas de toda España.
El jurado ha contado con Mercedes Siles, directora de la Agencia, Manuel Castells, exministro de Universidades, y Douglas Blackstock, presidente de la Asociación Europea para la Calidad en la Educación Superior, y su fallo se ha hecho público durante la ceremonia de celebración del 20º Aniversario de la ANECA, celebrada en Madrid este martes día 21 de diciembre. La Comisión Técnica que lo ha asistido ha contado con Esperanza Marcos, catedrática de Lenguajes y Sistemas Informáticos de la Universidad Rey Juan Carlos, Asunción López, experta en Economía y Gestión de la Innovación de la Universidad Autónoma de Madrid, José Manuel Pingarrón, secretario general de Universidades, Amparo Navarro, rectora de la Universidad de Alicante, Antonia Peña, rectora de la Universidad de Huelva, y José Martín, director del Centro Universitario de la Defensa de la Escuela Naval Militar.
Pilar Flores ha agradecido en su intervención a la ANECA la concesión del premio y a la Universidad de Almería “considerar que podía ser merecedora de él”, dedicando parte de su discurso precisamente a la UAL, “considero que si hoy estoy aquí es por las familias con las que comparto mi vida y por mi institución, la Universidad de Almería”, ha manifestado textualmente, rompiendo una lanza en favor del papel de las universidades pequeñas, “su gran contribución al desarrollo socioeconómico de las ciudades a las que pertenecen”. Ha matizado que “en ellas el contexto de oportunidades no es el mismo que el de las universidades grandes, y el talento es el mismo, sí, pero no la misma cantidad de equipos y de centros de investigación, lo que nos obliga, entre otras cosas, a colaborar más, algo que es mucho más enriquecedor, pero que conlleva más trabajo y esfuerzo”.
La catedrática de Psicología no ha hablado de sí misma, sino de toda la gente que la rodea, “mi familia universitaria”, ha dicho, “compuesta por contratados postdoctorales, predoctorales y estudiantes de máster” para afianzar una apuesta decidida por los jóvenes investigadores: “Además de ser expertos en su propia disciplina, saben programación, complejos análisis de datos, y una gran mayoría de ellos, varios idiomas, suelen presentar perfiles con habilidades muy diversas, lo que les proporciona que tengan un pensamiento ‘fuera de la caja’, tan necesario en ciencia para hacer frente a los retos presentes y futuros y construir sociedades más justas y avanzadas; no los dejemos escapar”. En cuanto a los pacientes con los que están trabajando, “niños con trastorno del neurodesarrollo, pacientes con mínima consciencia, con adicciones, con trastorno obsesivo-compulsivo, con déficit de atención, o hiperactividad, y pacientes con ictus, ellos, a pesar de las dificultades a las que se enfrentan todos los días, ya que no tenemos una buena respuesta terapéutica para sus dolencias, participan de forma generosa en los proyectos de investigación, contribuyendo de forma decisiva al avance en sus trastornos, aun sabiendo que este avance probablemente no les llegue a ellos”.
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